Los discursos discriminatorios y de odio legitiman la violencia, la multiplican y la fomentan; asimismo, transmiten y difunden un mensaje donde denostar, menospreciar y humillar a quienes son diferentes o a quienes no forman parte de la mayoría “está bien”; por ello, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) se pronuncia en contra de estas expresiones, pues no solo refuerzan la exclusión y violencia a través del lenguaje contra grupos históricamente discriminados, sino que pueden generar otro tipo de acciones discriminatorias y violentas.
Los discursos discriminatorios, es decir, aquellos en los que a partir de prejuicios o estereotipos se busca desvalorar, agredir, injuriar, menospreciar, invalidar, excluir, invisibilizar a las personas, tienen como efecto provocar, reforzar o justificar las acciones discriminatorias que vulneran, limitan o niegan el acceso a derechos, bienes o servicios. Por otro lado, los discursos de odio, es decir, aquellos en los que a partir de prejuicios o estereotipos se incide o se incita a la violencia o la discriminación hacia determinadas personas, validan y legitiman el trato diferenciado, así como las acciones u omisiones que causen daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte.
Ninguno de estos discursos sucede en el vacío, son alimentados por acciones discriminatorias y violentas basadas en prejuicios y a su vez generan, refuerzan y justifican acciones discriminatorias y violentas. Los discursos tienen responsabilidad en los actos de discriminación y violencias hacia las personas de las poblaciones de atención prioritaria.
Estos se caracterizan por ser discriminatorios y peyorativos, y se centran en factores de identidad reales o percibidos de un individuo o grupo, que incluyen su religión, etnia, nacionalidad, racialización, color, ascendencia o género; pero también en otras características como su idioma, origen económico o social, discapacidades, apariencia física, estado de salud u orientación sexual, entre muchas otras.
En el COPRED entendemos que la libertad de opinión y expresión es pilar de la democracia, sin embargo, el respeto a los derechos de todas las personas, sobre todo, a la igualdad y no discriminación, tiene que ser el marco en el que expresemos nuestras ideas. No podemos hablar de una sociedad plural si la diversidad se excluye o es una razón para las violencias.
Estas narrativas discriminatorias expresadas a través de las redes sociales y medios de comunicación por figuras públicas o líderes de opinión, unidas a la desinformación, pueden llevar a la estigmatización, la discriminación y a la violencia a gran escala, por ello, hacemos un llamado a las personas “influencers”, legisladoras y conductoras de medios de comunicación a actuar con responsabilidad social y tener claro que sus palabras ejercen una influencia sobre las actitudes y opiniones de otras personas, así como a detener y eliminar los discursos que replican y sostienen los sistemas de opresión.
Uno de estos sistemas de opresión es el lenguaje. Si bien mediante el lenguaje se puede denostar y perpetuar la desigualdad de ciertos grupos y personas, también se puede resignificar la existencia social, promover el derecho a la igualdad y no discriminación y contribuir a la construcción de sociedades más justas y equitativas, basadas en el respeto a la dignidad humana y al libre ejercicio de derechos y libertades fundamentales.
La libertad de expresión cuando es ejercida por personas cuya voz llega a miles, inclusive millones de personas, ejerce una función social por lo que el nivel de responsabilidad democrática se eleva. Las democracias descansan sobre la dignidad, libertad y el respeto absoluto a los derechos humanos de todas las personas sustentado sobre el principio de universalidad. En este sentido, los discursos discriminatorios y de odio no pueden tener cabida en una sociedad democrática toda vez que socavan los valores sobre los que se sostiene. En la Ciudad de México está reconocida la dignidad como fundamento del orden político y legal y su Constitución reconoce los derechos humanos de todas las personas. Hacemos un llamado a todas las personas que aquí viven y transitan a respetar estos valores bajo los cuales hemos decidido convivir.