Para lograr el éxito y un bienestar duradero en las metas, hay que ser capaz de adaptar el plan al contexto del entorno cada día más cambiante, e incluso abandonarlo de ser necesario.
Para ello, una buena medida es cambiar el enfoque y centrarse en los principios. Por ejemplo, en principios como la creatividad, el intelecto, la presencia, la salud, resultan ser más abarcativos que los propios objetivos.
Es muy difícil fallar en cosas como la curiosidad o la presencia.
Por lo general, un enfoque solo hacia los objetivos tiende a generar mayor apego a los procesos, y en ocasiones resulta más agotador,
Enfocarse en principios no significa dejar de establecer metas, sino que los objetivos pasan a ser estrategias al servicio de un valor mucho más amplio.
Además, esta idea puede aplicarse en situaciones extremas. Por ejemplo, si el objetivo es ganar una medalla de oro, es probable que el resultado sea ganar o perder. En cambio si el objetivo es adquirir un mayor dominio, ese principio continúa vigente mas alla del resultado obtenido en los Juegos Olímpicos.
En México, para mencionar otro ejemplo, pueden mencionarse como objetivos particulares aumentar la tasa de reciclaje de distintos productos una vez finalizada su vida útil, disminuir los residuos producidos por la paquetería en las compras por internet, e incluso fomentar el consumo responsable. Son objetivos muy válidos, por cierto. Sin embargo, enfocarse en un principio mayor, como el cuidado del medio ambiente, logra incluso sumar otras medidas que tiendan a él, mas allá de los objetivos planteados inicialmente.
Los resultados, sin duda, son importantes, sin embargo los objetivos se convierten en más efectivos cuando están supeditados a los principios.
Por ese motivo, la recomendación es establecer metas u objetivos, asegurándose de estar trabajando en virtud de un principio general. Esto permitirá tener la opción de cambiar los objetivos cuando sea necesario y abandonarlos una vez logrado el éxito o el fracaso, en su caso.